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velas blancas, velas negras

jueves, abril 15th, 2010

La muerte de Tristán

La historia de Tristán e Iseo [Isolde], una de las tramas principales del ciclo artúrico, merece una entrada extensa. Antes de abordarla me gustaría elaborar un resumen de la obra sin extenderme mucho en los pequeños detalles, hablar de las distintas versiones, y comentar también, aunque sea en lo superficial, sus antecedentes. Todo esto queda pendiente para más adelante.

Consultaba la documentación, queriendo dar con un punto de acceso, cuando he recordado el final (en realidad existe otra versión de su muerte) del caballero de Leonís, Tristán [Tristram], en cuyo blasón figura un león rampante en oro sobre campo de sinople. En proezas y hechos de armas sólo se vio superado por el propio Lanzarote del Lago [Lancelot du Lac].

Eso dicen. Hay quienes lo ponen en duda.

Cuentan que Tristán se casó con Iseo de las Blancas Manos [Iseut de Blanchemains] por el solo hecho de llamarse como su enamorada, quien, por estar comprometida de antemano con el rey Marco, tío de Tristán, tuvo que casar con él. Tras la boda, Tristán hizo promesa de no poner la mano encima a su esposa durante un año.

Estaréis pensando: «Menudo lío de Iseos…»

En esas estaba Tristán cuando, durante una aventura en la que ayudaba a su cuñado Kaherdín, sufrió una grave herida de lanza. Lo peor no fue el corte, sino el veneno con que el adversario había emponzoñado la punta.

La herida se enconó.

Como nadie lograba curarlo, enviaron mensajero a Iseo la Rubia, pues era de todos sabido que poseía mágicas dotes curativas. La idea era que la embarcación en que viajara envergase velas blancas si ella iba a bordo, o negras si no habían podido dar con ella o no había accedido a ayudar a su antiguo amante.

Por fin la nave asomó por el horizonte, y Tristán, moribundo, acompañado por su esposa, preguntó de qué color eran las velas que caían de las vergas.

Aguijoneada por los celos, Iseo de las Blancas Manos respondió que negras.

Y Tristán, desesperado, murió padeciendo dolores terribles. Cuando desembarcó Iseo la Rubia, enterada del final de su amado, se llegó a su lado y murió de pena sobre su cadáver.